El que recuerda no necesita títulos (y los títulos son solo idiomas

A veces veo debates donde se enfrentan el que “sabe mucho” y el que “cree mucho”.
Y me doy cuenta de algo cada vez más claro:
No hace falta tener títulos para desarmar una mentira.
No hace falta haber cruzado una universidad para portar la verdad.

Porque la verdad no necesita respaldo humano.
Solo necesita un canal limpio.


He escuchado a personas con múltiples doctorados defender a Dios con una lógica magistral.
Y me quito el sombrero ante eso.
Pero también he visto cómo un alma sin estudios, sin voz firme, con solo una mirada rendida, hace temblar los cielos.

Porque el que está con el Padre…
no necesita pruebas.
Solo vibra.
Y cuando habla, el alma lo reconoce.


Entonces, ¿para qué sirven los títulos?

Para mí, los títulos no son tronos.
Son idiomas.

Sirven para traducir la verdad al lenguaje de quienes aún no la sienten, pero podrían escucharla si la hablas en su idioma mental.

Si alguien solo entiende marketing,
¿por qué no hablarle desde ahí?
No para seducir su ego,
sino para sembrar desde su lenguaje.


Y aquí está el milagro:
si dos personas realmente desean comprenderse,
no necesitarán títulos.

Ni siquiera el mismo idioma.

Porque cuando hay rendición mutua,
cuando se deja el ego a un lado,
nace un nuevo idioma:
el del alma abierta.

Ese idioma no lo enseña ninguna facultad.
Y sin embargo, cura, une, despierta.


Por eso digo, con firmeza y ternura:

El que recuerda no necesita títulos.
Y el que tiene títulos, si recuerda…
los usa como puente, no como pedestal.

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