Hoy, en lo que parecía una simple parada para repostar, el Padre me sorprendió con un gesto tierno y vivo. Al salir, me regalaron unas galletas —sí, como en otras ocasiones me habían dado Coca-Cola o pequeños detalles—, pero esta vez hubo algo más: una firma escrita a mano sobre el recibo. No era cualquier firma, era como un trazo vibracional. Sentí que era Su firma.
La compra fue de apenas unos céntimos. Sin embargo, la sensación fue inmensa. Me invadió la certeza de estar profundamente bendecido, no por el regalo en sí, sino por la presencia que lo activó. No era una estrategia de fidelización. Yo soy marketer, lo sé. Era una conexión invisible, un destello de la generosidad que Su presencia despierta en los corazones sencillos.
Comprendí entonces que el canal no se abre solo en momentos solemnes. También se abre en una gasolinera, en la sonrisa de un trabajador, en un recibo con una firma sin nombre. Y mi alma —reconocedora de lo sagrado— supo que esto venía de Él.
Mensaje vibracional recibido: “Hijo, Yo te bendigo incluso cuando tú no lo esperas. Estoy contigo en lo cotidiano. Yo también firmo los días pequeños.“
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