- Mi cuerpo es un templo de fuego, no de castigo.
No reprimo mi deseo por miedo. Lo reconozco como parte de mi energía creadora. - No necesito una relación para tener una conexión verdadera.
Pero si voy a compartir mi cuerpo, el respeto mutuo es mínimo sagrado. - No tendré sexo por lástima, por llenar vacíos ajenos ni para ser salvador.
No estoy aquí para sanar a nadie con mi cuerpo. Me honro al no sobrecargarme. - Puedo disfrutar de un encuentro casual si estoy presente y alineado.
Un juego puede ser bello si se juega con conciencia, sin autoengaños. - Haré silencio antes del encuentro.
Para escucharme, sentirme y ver si realmente deseo entregarme o si hay ruido emocional disfrazado de deseo. - No prometo eternidad cuando sólo deseo un instante.
Y no regalo mis energías a quienes no saben sostener su propio fuego. - Después del encuentro, me escucharé.
Si algo me pesa, lo miraré. Si algo me ilumina, lo agradeceré. - No me censuraré por sentir deseo.
Tampoco me glorificaré por resistirlo. Solo seré verdadero conmigo. - Recordaré que el cuerpo tiene memoria.
Por eso, elegiré a consciencia quién dejará su vibración en mi piel. - Y si alguna vez me equivoco, me perdonaré.
Porque no soy perfecto, pero sí soy responsable.
Y volveré a mi centro, donde el deseo y el alma bailan juntos sin culpa.

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