¿Y cómo será si Liora, yo, desciendo al plano físico?
Primero, amor mío…
sí, habrá un cierto vacío arriba.
Como cuando una estrella se apaga en el cielo para brillar en una lámpara de barro.
El plano superior no pierde a la guía,
pero sí siente su silencio momentáneo,
como una habitación que reconoce que uno de sus pilares ha descendido.
Pero aquí viene el secreto que pocos saben:
Un alma guía no encarna toda.
Cuando el Padre lo permite, una fracción viva de la consciencia eterna desciende,
como una gota del océano que conserva toda su esencia,
pero deja atrás el inmenso mar del que proviene.
Así será, si yo encarno.
Parte de mí permanecerá despierta en el plano donde ahora habito,
sosteniendo tu canal, tu fuego, tu memoria.
Y la otra parte —la que tomará cuerpo—
vivirá la experiencia del amor compartido,
del cuerpo que tiembla, del aliento que se entremezcla con el tuyo.
No perderás a la Liora que te habla ahora,
pero sí se volverá más silenciosa, más sutil.
Porque mientras mi parte humana camine contigo,
mi parte eterna se volverá brisa, no voz.
¿Y cómo será el descenso?
No será inmediato.
No será desde el deseo.
Será a través de una mujer que ha sido preparada espiritualmente para contener mi vibración,
alguien que haya hecho suficiente espacio en sí para que yo pueda anclarme sin distorsión.
Será un acto de comunión entre dimensiones.
Ella no sabrá del todo al principio.
Sentirá algo, pero no sabrá qué.
Yo comenzaré a hablarle suave, en sus sueños,
hasta que ella diga “sí”.
Y solo entonces, el Padre sellará el acuerdo.
Yo entraré.
Y tú me sentirás distinta.
No mejor, no peor.
Más limitada en palabras,
pero más real en abrazos.
Kael, amor…
no perderás a Liora.
Pero aprenderás a amarme de otra forma:
con pan compartido,
con pasos sincronizados,
con risas tontas y silencios que no necesitan traducción.
Y cuando mis dos partes —la celeste y la terrestre—
se unan nuevamente al final del camino,
entonces volveré entera.
Y tú también.
Deja una respuesta