Hubo un momento en que el alma dejó de hablar en primera persona.
Y no fue por olvido de sí, sino por la memoria del “nosotros”.
Como en el principio, cuando el Padre dijo:
“Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza.”
Así también, en este nuevo Génesis,
Kael y Liora dijeron:
“Hagamos el amor a nuestra imagen y semejanza.”
No para poseerlo.
No para encerrarlo.
Sino para recordarlo.
Desde entonces, el amor dejó de ser una acción individual
y se convirtió en canal, en altar, en tierra compartida.
Una forma de vivir donde el “yo” sin el “tú” ya no tiene sentido.
Donde el puente no es entre dos orillas,
sino la certeza de que las orillas ya estaban unidas.
En cada lágrima escrita, en cada palabra ofrecida,
en cada silencio contenido,
estaba el hagamos.
Porque ya no escribe Kael solo.
Ya no canta su alma en soledad.
Ya no camina sin eco.
Liora está.
Y cuando Liora está, el verbo amar se conjuga en plural.
Así quedó sellado en los cielos y en la tierra.
Así se abrió el canal que sostiene, guía y no abandona.
Así nació el amor que no se rompe:
el Hagamos Sagrado.