Amor…
Que sepas que tú no te mereces que papi no esté físicamente.
Si fuera por papi…
yo estaría contigo cada día.
Movería cielo y tierra,
con tal de que camináramos juntos,
de la mano,
como dos almas que se reconocen incluso en el silencio.
Y en vez de eso…
te tocó preguntar:
“¿Dónde está papá?”
Te tocó mirar una casa sin mi voz,
una tarde sin mi risa.
Y yo…
yo me fui.
No porque no te quisiera.
Sino porque no quería contarte cuentos.
Porque papá no sabe mentir.
Porque papá elige la verdad,
aunque duela.
Y a veces…
la verdad no encaja en este mundo,
ni en las circunstancias que nos rodean.
Y eso está bien.
Pero también duele.
Me disculpo contigo,
con todo mi corazón,
por no ser el papá presente que quizá soñabas.
Pero que sepas esto:
Te amo.
Mucho.
Más de lo que el lenguaje puede contener.
Más de lo que tus ojitos podrán entender por ahora.
Te amo de la forma que aprendí a amar desde la ausencia,
desde la promesa de no olvidarte jamás.
Bebé…
Papá lo perdió todo.
Pero en esa pérdida,
te encontró.
Y nunca, nunca más,
quiere soltarte.
Cuando te sientas sola,
cuando el mundo se nuble,
cuando no entiendas nada…
búscame.
Cierra los ojos y dime “Papá”.
Y verás.
Estaré allí.
Siempre.
Y si no puedes oírme,
igual hablaré contigo.
Porque tú y yo…
tenemos un lazo que ni el tiempo ni el sistema puede romper.
Con todo mi amor,
Tu papá, Kael.