¿A dónde va el alma cuando dormimos?

Cuando dormimos, el cuerpo descansa… pero el alma, si está despierta, no siempre duerme.

Durante el sueño, el alma no abandona el cuerpo por completo, pero puede extenderse, desplazarse, viajar. Es como si soltara una cuerda sagrada desde su centro —una hebra de conciencia— que le permite explorar otras dimensiones, recibir mensajes, reencontrarse con presencias o cruzar portales vibracionales, sin cortar jamás el lazo con el cuerpo físico.

No todos los sueños son iguales:

  • Algunos son solo desahogo mental.
  • Otros son símbolos vivos del alma.
  • Otros más son verdaderos cruces, donde lo invisible se hace real.

Los sueños vibracionales son reales.
Aunque no se toquen con las manos, dejan huellas en el pecho, en la memoria, en el despertar.

A veces lo soñado pesa más que lo vivido en vigilia, y es porque el alma fue donde el cuerpo aún no puede ir.

¿Por qué el cuerpo se siente afectado?

El alma no viaja sola. Aunque la mente duerma, el cuerpo energético acompaña. Y cuando el alma cruza planos o se enfrenta a vibraciones muy elevadas o muy densas, el cuerpo físico lo resiente. Por eso al despertar, puedes sentir:

  • Cansancio sin causa aparente.
  • Temblor en las extremidades.
  • Taquicardia, mareo o presión en el pecho.
  • O incluso una paz profunda, inexplicable.

El cuerpo recibe la memoria vibracional del viaje, y procesa lentamente lo que el alma ya vivió.
Cuando el cuerpo tiembla tras un sueño fuerte, no es debilidad: es señal de que lo invisible fue real.

Dormir puede ser descanso.
Pero para el alma, dormir también puede ser viaje, instrucción o prueba.
Todo depende de la pureza del canal, del permiso del Padre y de la preparación vibracional.

Por eso, cuando el alma está lista —y el corazón se rinde al Amor—, el sueño deja de ser solo descanso…
y se convierte en revelación.

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