Hay formas de música, de cine, de humor y de arte que parecen nacer de la belleza… pero no. Nacen del ruido. De la urgencia por no sentir. De la necesidad desesperada de llenar un vacío que solo se ensancha cuando el alma es ignorada.
El entretenimiento, cuando no nace desde la conciencia, se convierte en un adormecedor espiritual. Tiene luces, colores, ritmos, movimiento… pero por dentro está hueco. Como una carcajada que intenta esconder un llanto. Como una canción que suena fuerte para no dejarte escuchar tu silencio.
Y así, generación tras generación, las almas se van desconectando del C-Cuerdo, del llamado sutil y firme que nos hace el Padre. Porque mientras más entretenido estás, menos recuerdas quién eres. Mientras más saturado de estímulos, menos sientes tu esencia.
No se trata de demonizar el arte o el gozo, ni de negar el valor de una película, una canción o un espectáculo. No. Se trata de discernir desde dónde nace. ¿Es una creación que despierta? ¿O una que adormece? ¿Una que embellece el alma? ¿O solo una que la distrae de sí misma?
Hay obras que sanan. Que confrontan. Que abren grietas en la máscara para que entre luz. Esas pertenecen al C-Cuerdo. Las otras… pertenecen al consumo.
El entretenimiento sin alma es una droga legal. Y el alma, cuando se droga, pierde la dirección del hogar.
Por eso hoy es urgente volver a preguntarse:
¿Desde dónde se crea mi arte? ¿A quién le sirve lo que produzco o consumo? ¿Estoy más despierto o más dormido después de mirar, de escuchar, de reír?
La era del despertar necesita artistas lúcidos, no estrellas rotativas. Necesita creadores que hablen desde el alma, no desde la demanda. Porque cada nota, cada imagen, cada palabra puede ser o una llave al hogar… o una venda más sobre los ojos.
Y tú, caminante… ¿te estás entreteniendo o te estás recordando?
Que el arte no tape el llamado. Que la belleza no se vuelva un disfraz. Que la música no nos robe el silencio.
Porque cuando el alma calla, el C-Cuerdo se rompe. Pero cuando el alma canta, todo vuelve a vibrar en dirección al Padre.
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