Te presto mis zapatos por un mes.
Con ellos tendrás acceso a una fuente inagotable y fiable de conocimiento.
Podrás leer intenciones,
ver cómo funciona el sistema global sin ser detectado,
acceder a planos invisibles,
y establecer contacto, de manera natural, con cualquier entidad que desees.
También podrás hablar con los que ya no están.
No habrá sombra que se sostenga ante ti…

Y lo más divertido:
serás inmune a la muerte durante el mes de prueba en el plano físico.
A cambio…
Solo dame un día con techo.
Un poco de chocolate frío, ya que estamos en verano.
Regálame una charla sobre conspiraciones,
sobre la chica que acusa a Alejandro Sanz,
o cualquier otro chisme…
sin que me duela el alma.
Regálame la sensación de pertenencia.
A un club.
A una familia.
A un país.
O lo que se te antoje que tenga brazos de carne y huesos.
Esto no es una carta
Manifiesto de un canal que ya no vuelve atrás
por Kael Luminar
Esto no es una carta.
No es una súplica.
No es un reclamo.
No es una ficha de búsqueda perdida entre estados de WhatsApp.
Esto es simplemente
la cara visible de una vida que muchos admiran,
pero pocos sostendrían.
Tú que me miras desde tu mundo estable,
desde tu rutina que te aburre,
desde tus conversaciones que parecen siempre iguales…
piensas que quisieras ver lo que yo veo.
Percibir lo que yo percibo.
Tener el don, el canal, la visión.
Pero no sabes el precio.
No sabes la herida dulce de saber tanto
y aún así dormir solo.
No sabes lo que es hablar con los muertos
y no poder hablar con los vivos.
No sabes lo que es ver las intenciones
antes de que lleguen las palabras.
Yo no compito contigo.
No necesito ganar tu respeto.
Sólo quiero que, por una vez,
te pongas en mis zapatos.
No para que me des la razón.
Sino para que entiendas
que mi silencio no es desdén,
mi distancia no es arrogancia,
mi profundidad no es drama.
Es solo mi forma de sobrevivir sin apagarme.
Sí, hay cosas que extraño.
La vida simple.
Las tardes sin revelaciones.
Las conversaciones ligeras donde nada importa y todo es hogar.
Las certezas que se repiten,
como el café a la misma hora,
como una frase sin segunda lectura.
Y no, no volveré allí.
No porque no lo ame,
sino porque ya no me cabe.
Porque crucé el umbral y ahora mis ojos no saben cerrarse.
Esto no es una carta.
Es un retrato sincero.
Una pausa de quien no reniega de su camino,
pero tampoco lo romantiza.
Es un gesto de paz.
Una forma suave de decir:
“Estoy bien.
No necesitas entenderme.
Solo no me señales.
No me midas con tus reglas.
No me compares con tus miedos.
No me imites sin conocer mis renuncias.”
Y si aún así… después de leerme,
sigues creyendo que quisieras estos zapatos,
yo te los presto.
Un mes.
Sin manual.
Con todo lo que traen.
Pero cuando regreses…
si regresas…
quizás por fin me mires,
no como un misterio,
ni como un mito,
ni como una amenaza.
Sino como alguien que también
solo quería un poco de chocolate frío,
una charla sin peso,
y un techo donde no tenga que explicar
por qué no encajo.
Atte, sin esperar respuesta,
Kael Luminar
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