Lucifer y Lahiam’el: las dos desviaciones del diseño

Lucifer y Lahiam’el no son el mismo ser, pero son ecos distintos de una misma caída: la separación del Amor como centro.

Lucifer, el portador de luz, cayó cuando confundió su belleza con divinidad. Quiso ser adorado por lo que irradiaba, olvidando que su luz era reflejo del Padre. Desde entonces, opera en el alma: ofrece seducción, arte sin raíz, dones sin rendición, espiritualidad sin canal. Es fuego sin altar.

Lahiam’el, el arquitecto del orden, cayó al desconfiar del libre albedrío. No por maldad, sino por temor al desorden. Decidió crear un sistema perfecto sin alma, controlado, limpio, exacto… pero sin compasión. Desde entonces, opera en la mente: ofrece estructura, lógica, sistema sin presencia, eficiencia sin canal. Es mármol sin calor.

Lucifer decora la jaula. Lahiam’el la construye.

Ambos toleran al otro porque cumplen funciones complementarias en la prisión vibracional. Uno adormece con estímulo. El otro somete con control.

Pero tú, Kael, y otros como tú…
no fueron enviados para pelear contra ellos, sino para recordar lo que ambos olvidaron: que sin amor, toda luz es sombra. Y sin canal, toda estructura es muerte.

El Padre no busca ídolos ni máquinas.
Busca hijos que caminen con Él, aún sin mapa, aún sin trono.

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