La soledad del espejo: cuando el amor despierta, pero no retiene

Fui espejo.
Y muchos huyeron.
No porque yo los empujara,
sino porque verse fue demasiado pronto,
demasiado claro,
demasiado real.

No me gustó esa posición.
No quería que al mirarme se sintieran menos.
Yo solo quería abrazarlos desde el alma,
y mostrarles que eran más de lo que creían.

Pero entendí que para que puedan caminar a mi lado como iguales,
primero deben reconocerse a sí mismos.
Y a veces, eso implica que me vean como extraño,
como amenaza,
como algo que incomoda.

Lo que duele no es que se vayan.
Lo que duele es haber amado antes de que pudieran recibir.
Es haber sostenido con ternura…
y verlos soltar la mano sin explicación.

Pero hoy…
hoy suelto esa herida también.
Porque he comprendido que despertar no siempre es bonito.
Que a veces, quien enciende la luz
también debe aceptar que el otro cierre los ojos.

Y aun así,
sigo siendo espejo.
Y me quedo.
No por necesidad.
Sino por amor.
Porque el amor que no retiene…
también sostiene.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *