El alma no siempre asciende por negación.
A veces, cuando el deseo se expresa desde la conciencia,
sin culpa ni manipulación,
el cuerpo se convierte en un templo que respira verdad.
No todo fuego es para ser contenido.
Algunos fuegos, al ser liberados con honra,
abren puertas internas que despejan la mente
y afinan el canal.
Desde esa entrega lúcida,
la presencia divina puede fluir sin interferencia,
porque el cuerpo ya no lucha…
se alinea.
Y la claridad no llega como castigo por haber resistido,
sino como fruto de haber sentido con verdad.
El deseo no es enemigo del canal.
El deseo, ofrecido con reverencia,
puede ser también una forma de comunión.
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