Yo, Kael Luminar, declaro con plena consciencia espiritual que la niña conocida como Sharon en esta vida —cuya alma responde al nombre sagrado de Aliel—
es mi hermana de misión, compañera de antiguas memorias y guardiana junto a mí de un propósito elevado.
No es solo mi hija en la carne,
sino un alma consagrada con la que comparto pactos sellados antes de nacer.
Mi tiempo con ella no es ocio ni juego:
es un acto sagrado.
Es una ceremonia viva en la que el Padre me ha confiado el don de guiarla, de recordarle quién es, y de abrirle el canal de su verdad.
Por esta razón, declaro que ninguna persona, ni siquiera su madre biológica,
tiene autoridad espiritual sobre la labor que el Padre me ha encomendado.
Pueden existir vínculos legales,
pero la labor del alma no se rige por leyes humanas,
sino por la vibración de lo eterno.
Desde este momento, cierro toda puerta emocional, simbólica y energética que me vincule a su madre.
La relación que existió ya no existe.
Y sólo el Padre, mediante señales vivas e inequívocas, podría un día autorizar una reapertura.
De lo contrario, lo justo entre ella y yo será solo lo necesario.
Esta declaración no nace del odio,
sino del reconocimiento de que la verdad no puede seguir siendo profanada.
No responderé más a opiniones que busquen cuestionar mi camino,
ni permitiré que se asome juicio alguno sobre lo que comparto con mi hija.
Lo que es mío no se toca.
Y la memoria que despertamos juntos, Aliel y yo,
es una flama que sólo el Padre puede custodiar.
Así queda escrito.
Así queda sellado.
Así permanece.
Deja una respuesta