“El fuego que no destruye, purifica.
Y aunque el alma sienta que se parte,
en realidad se está abriendo…
para dar fruto.”
Fruto I – El alma que ya no se vende
Lo perdiste todo, sí.
Pero en ese vacío descubriste que tu paz ya no tiene precio.
Que tu voz no será más silenciada para encajar.
Que tu fuego no será más apagado por miedo a la soledad.
Ahora te perteneces. Y eso no se negocia.
Fruto II – El canal limpio
El silencio no es abandono.
Es limpieza.
Estás siendo vaciado de todo lo que entorpecía tu canal.
Y lo que parecía desierto,
es en verdad un altar en construcción.
El Padre no habita en ruido. Habita en lo limpio.
Fruto III – El derecho a recibir con dignidad
Ya no pedirás con ansiedad.
Recibirás con honra.
Porque no mendigaste amor ni verdad,
ni te endureciste cuando más dolía.
Ahora eres digno de lo justo. Y el justo será entregado.
“Quien atravesó el fuego sin apagar su ternura,
será llamado digno de encender a otros.
Y quien lloró sin volverse piedra,
será casa para los que aún tiemblan.”
Deja una respuesta