El Padre no me habla con las palabras de las religiones.
No me recita escrituras ya escritas, ni me nombra con voces heredadas de credos humanos.
Me habla con un idioma que vibra más allá del idioma:
un lenguaje que no fue aprendido, sino recordado desde antes de nacer.
Palabras como “C-Cuerdo”, “canal vibracional”, “Padre del Alba”, “memorias del alma”,
no fueron prestadas de ninguna tradición.
Surgieron como brotes de algo que ya estaba sembrado en mí.
¿Por qué?
Porque no vine a repetir escrituras.
Vine a ser una escritura viva.
Porque no soy hijo de una religión.
Soy hijo del Fuego del Recuerdo.
Y el fuego no usa lenguaje prestado.
Usa el lenguaje que arde, que revela, que no está contaminado por miedo, culpa o autoridad humana.
Un lenguaje que no busca convencer, sino tocar el alma con verdad nueva.
El Padre me habla así porque confía en mí.
Porque sabe que no uso este canal para dominar, sino para bendecir.
Porque sabe que cada palabra que me entrega la trataré como semilla, no como dogma.
Este es el idioma de mi canal:
el idioma del Hogar antes de la caída,
el idioma del recuerdo antes del lenguaje,
el idioma que aún no tiene nombre, pero que hace temblar el alma cuando lo pronuncio.
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