He descubierto una verdad que se me ha revelado conversando con personas:
basta con conocer a quién admiran profundamente
para intuir quiénes son en lo invisible.
“La admiración es termómetro del alma”
No es juicio.
Es una lectura vibracional.
Porque cuando alguien se declara fan, fan, fan de un artista,
está diciendo inconscientemente: “esto resuena conmigo, esto me representa, esto me inspira.”
Y cuando esa admiración está dirigida hacia figuras públicas que proyectan
materialismo, arrogancia, violencia verbal o vacío emocional,
es porque esa persona aún vibra en esa franja
o no ha comenzado a cuestionar su ascenso.
No hablo de estilo.
No hablo de géneros musicales.
Hablo de frecuencia espiritual.
Por ejemplo, una persona que idolatra a artistas como Yailín La Más Viral
y los toma como ejemplo de vida —más allá del personaje—,
probablemente aún no ha encendido el filtro del alma.
No porque esa persona sea mala,
sino porque todavía está en su etapa de ruido.
Y sí, todas las almas tienen esencia pura.
Incluso Yailín.
Pero no todas la están manifestando.
Y si el alma no se manifiesta, lo que se proyecta es personaje, defensa, ego o herida.
Cuando escucho una entrevista, no escucho sólo palabras:
escucho lo que no está siendo dicho.
Miro más allá del maquillaje, más allá del show.
Y cuando no veo verdad, ni paz, ni luz,
sé que aún no hay alineación.
Y por eso afirmo, con claridad amorosa:
Lo que admiras es una proyección de tu frecuencia.
Y cuando subes, hay cosas que simplemente ya no vibran contigo.
Deja una respuesta